Carta que me emocionó

Hoy es el aniversario de los atentados del 11-M y el día europeo de las víctimas del terrorismo. Puede
que continuemos este día como tantos otros. Puede que decidamos ir a homenajear a nuestras
víctimas. Pero puede que en el trabajo nos pidan guardar por ellas un minuto de silencio y no sepamos
bien qué hacer durante ese minuto.
Podríamos, por ejemplo, ponernos en el lugar de los que se han quedado con heridas físicas o con
heridas en el corazón. Imaginemos lo que han sido estos años para ellos. Pongámonos en el breve
instante en el que por una explosión quedamos irremediablemente lanzados a un mundo sin sentido,
sin confianza en los seres humanos, sin interés por vivir, con tanto sufrimiento que nos aterra no
poder soportarlo, no poder sentir como antes o reír como antes.
Imaginemos, por un minuto, que nuestros hijos no están, que no podemos abrazarlos y que todo
cuanto pensamos para ellos e hicimos por su futuro se desvanece como su vida en un hueco, a
nuestros ojos frío, vacío y sin sentido.
Imaginemos, por un minuto, que queriendo creer en un mundo justo, no puedas ya hacerlo jamás.
Que pases las noches buscando el por qué de un castigo que sabes que no es tal, o que tengas que
querer vivir con lo que cuesta a veces, sin las ganas ni la fuerza.
Un minuto no son 7 años. E imaginar no es comparable a vivir. Pero si consigues acercarte durante un
minuto a cómo sienten las víctimas, posiblemente será un minuto importante de tu vida que has
elegido y te ayudará a valorar el esfuerzo de quienes no han elegido la suya.
Y ahora imaginemos que al final de ese minuto pudiéramos tratar de transmitir a nuestras víctimas
con una mirada, un abrazo o cualquier gesto, lo que hemos sentido. Que no podemos sufrir como
ellas, pero sí estar a su lado. Comprobarás que cuando te miren a los ojos, no tendrán dudas de que
estás con ellas.
Gracias a todas las víctimas por haber sabido estar por encima de vuestras circunstancias y hoy, muy
especialmente, gracias por dejarnos estar a vuestro lado.
María Paz García Vera
Directora de la Clínica Universitaria de Psicología. Universidad Complutense de Madrid
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